A veces pienso en nuestros precursores, aquellos hombres de abundante barba y ropas escotadas, con hombreras y pelucas encajadas. Pienso en los quilómetros que debían recorrer, los tiempos que consagraban su espera, espera hoy innecesaria, ridículamente padecida. Sin contacto, con comunicaciones defectuosas, sus pelucas los hicieron calcular las razonabilidades más estrafalarias, cosmos convexos y lunas terrenales, piedras que flotan en mar abierto, fotografiadas por soluciones de agua en aceite, chicle de sus árboles, azúcar del cacao y fuego del amor. Hoy en día, todo me es tan cerca, tan rápido a mi alcance, tan fácil y sensible a mi mirada, obvia percepción de la lógica, que la naturalización de los hechos, me enceguece y no me deja nada.
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