El niño que llora, espera en mano un huevo hervido bajo el agua fría. Un seno abierto, calor desde adentro. En vano las distracciones; reclama por su dulce, en brazos de su madre. Carga en la espalda yo no sé qué: en los ojos, el reflejo, un aliento al vuelo, el aleteo de un diario en los trinos de la iglesia: Plaza central. Las piedras que sostienen mi cándida rodean el agua, en silencio apagada. ¿Cómo ascienden las ramas de la tierra dura por árida, conservando la flor que ilumina el termo del ojo que la escucha?
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