domingo, 30 de julio de 2006

La belleza de lo humano


Pensando en las mujeres, aquellas rubias decoradas con rubor e indumentaria, su inexorable búsqueda por la perfección, por la belleza arquetípica, en contrario a lo bello, lo humano, lo orgánico. Cada error en su cuerpo se acrecenta al intentar disimular su "perfección", se descubre y desprecia. Deberían jugar con su cuerpo, hacer de sus narices, largas y extrañas, el objeto del deseo, deberían, jugar con lo grotesco. Sólo así conseguirían ser las más bellas argentinas, en vez de oler a plástico y combustionar humo negro al calentarse. Estas mujeres deberían ser felices con aquellas grandes narices, sus mejillas arrugadas y ojeras abultadas.

martes, 18 de julio de 2006

Planos en pura colision discontinua

Todo sujeto necesita asegurar la consistencia de su imagen narcisista, para ello, su reflejo, el doble del espejo. Necesita prevalecer en la historia, vencer a la inexorabilidad del tiempo, y así, tras pasar su muerte física, salvarse de su propia muerte espiritual, y para ello, reemplazando al retrato pintado y embalsamando al tiempo, la fotografía. Yo necesito prevalecer en la historia en movimiento. La objetiva realidad fotográfica en su duración y recrearla enfatizando su función expresiva para provocar la generación de ideas. Para ello: el cine.

lunes, 10 de julio de 2006

Prolongado aquel sueño exquisito

Cuando pequeño, una profesora de literatura, me enseñó que no se deben aclarar las fuentes de inspiración de las obras, ni explicar la razón de sus versos, pero, me veo obligado a aclarar cierto detalle sobre el texto que publiqué hace unos pocos días. En esas épocas, y por unos años, solía escribir mucho, periódicamente, por no decir, diariamente. Me ¿especializaba? en la prosa, prosa poética, cuento, novela (inconclusas todas), poesía (en verso y prosa), pero lo que más me gustó en su momento fue la prosa poética, que, a fin de cuentas terminé por narrar en verso, pero eso es otra historia. A medida que pasó el tiempo, fui abandonando la escritura, le puedo atribuir la culpa a una actitud, una tendencia de abandono adolescente, y a una necesidad menos pulsional de expresar emociones (generalmente dolor y placer sexual, eran los temas más nombrados). Hace poco, esta misma profesora me pidió textos mios, y yo me encontré con una insatisfacción enorme al descubrir lo que había abandonado, lo que ahora me creía incapaz, había encaminado todos mis textos a una necesidad fílmica, todas mis creaciones (todas: en su mayoría) eran pequeñas sinopsis de escenas, sin lujo de detalles ni aclaraciones verbales. Intenté traspasarlas a prosa, pero no pude, intenté escribir algo nuevo, y tampoco, me resultó imposible, me perdía en la primer oración, sin necesidad me rebuscaba demasiado y perdía todo sentido. Este texto, aquel sueño exquisito, es mi primer logro poético filmografico, cada oración esta planteada como una narración audiovisual, no hice más que graficar los sonidos y formas que se presentan ante cámara, eliminando las palabras, sin omisión del calculo temporal, creo haber conseguido, obviamente, sin la claridad especifica del guión literario, con respecto a la imagen, lograr un texto filmografico. Me estoy contradiciendo, ¿no? Justamente, un guión tiene en cuenta luz, color, sonido, texto, imagen, plano, angulacion, .... y mi texto, no consigue describirlos claramente, pero ese no era el objetivo. Cada luz, plano, imagen, sonido..... busca expresar algo, estan en función del drama, mi objetivo fue traducir esa expresión dramática, esa emoción audiovisual, el resultado de haber elegido tal plano, tal encuadre, tal color.. cada palabra esta en función del drama... filmografico.

domingo, 9 de julio de 2006

Aquel sueño exquisito


Un ruido destellante iniciaba el contador, cada segmento se balanceaba cual jadeo despechado. Aspiraba, los sesenta dientes de las manecillas se retorcían empujándose consecutivamente. Expiraba, y la manecilla decidía animarse a dar un paso por sobre la ubicuidad del espacio. Era pancronismo puro, el egoísmo reminiscente, en el palpitar de los parpados, dilatándose en el refugio eterno, y pronto, en un sueño que conmueve al silencio.
El mar rojo que resopla en el antitrago, golpeando al yunque con su martillo, acobijado en la concha de la membrana timpánica; y sólo rocas, rocas de cemento, piedras, escombros, paredes, delimitaciones. Nuevamente, cada segmento se balanceaba de aurícula a ventrículo, cava del alma, clavija del momento, alternación de la existencia. Un cuerpo que arrastra su sangre, mar del desierto, desorbitado. Entorna los ojos para angular su brazo, y continúa en el bosque (de fuego y aves).
La resolana cual garúa impredecible, se ocultaba entre los ramajes del hombre, su evolución, su hierro, lleno de unos y ceros. Enmarañado en la constancia del tiempo, un sonido que avanza en cada segmento, un sonido que llega en cada retazo de la dicha sección, una muesca que golpea a otra, treinta ruidos por cada segmento, un silencio por cada momento. Y nuevamente el destello, sonido insomne del retardo eterno, prolonga el sueño, en un ilusorio de condensación, disfraz atemporal del tiempo omitido en el campo del vecino.