Pensando en las mujeres, aquellas rubias decoradas con rubor e indumentaria, su inexorable búsqueda por la perfección, por la belleza arquetípica, en contrario a lo bello, lo humano, lo orgánico. Cada error en su cuerpo se acrecenta al intentar disimular su "perfección", se descubre y desprecia. Deberían jugar con su cuerpo, hacer de sus narices, largas y extrañas, el objeto del deseo, deberían, jugar con lo grotesco. Sólo así conseguirían ser las más bellas argentinas, en vez de oler a plástico y combustionar humo negro al calentarse. Estas mujeres deberían ser felices con aquellas grandes narices, sus mejillas arrugadas y ojeras abultadas.
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