Me arrincono bajo la lluvia áspera que baten mis ojos, entre el nerviosismo y el temblor exasperante de la providencia.
Nunca ha sido tal, la fuerza de un desalojo interno, ya que ahora revuelven los sueños, que no son más que ideas disueltas en el olvido forzoso.
Un llamado cancerígeno hace olas en mi cuerpo, y el entrecejo frunce el seño por aquel pensamiento maltrecho de un recuerdo mustio y reminiscente, sin trompetas ni laureles, ni flautines coloridos, ni violines dulces. No hay azul, sólo un poco de rojo que lo envuelve todo.
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